Ahora podemos encaminarnos hacia la salida, donde encontramos otros dos altares: el pequeño, dedicado a los santos mártires y el más grande a nuestro santo obispo Pedro de Salerno, representado en el ábside detrás del altar, entre las santas Aurelia y Noemisia. El fresco data de 1324 y se atribuye al pintor de la escuela cavalliniana Lello de Urbe, un importante artista activo entre Nápoles y el Lacio durante la primera mitad del siglo XIV, el mismo artista que hizo el icono del presbítero Rainaldo que admiraron en la capilla del Salvador.
En la bóveda adyacente a las escaleras de salida están los profetas Isaías, David, Salomón y Daniel que anuncian el nacimiento del Mesías. La Virgen de la Leche en la pared de abajo representa la realidad de esas palabras.
Estas maravillosas pinturas murales fueron restauradas en los años 1987-1994, por obra del entonces Instituto Central para la Restauración de Roma. Se trata de un cuidadoso trabajo de limpieza y consolidación de las superficies pictóricas gracias al cual, el ciclo ha sido devuelto al público en condiciones óptimas. El perfecto estado de conservación, la notable extensión de la superficie pintada y los temas tratados han valido a este precioso ambiente el apelativo de "Capilla Sixtina de la Edad Media".
Mientras las luces permanezcan encendidas, pueden permanecer en este entorno y admirar aún más los ricos colores y las preciosas decoraciones que desde hace 800 años reciben a los visitantes. Cuando las luces se apaguen, podéis salir de la Cripta y llegar al zona número 11, el Lapidario.