Comenzamos la narración desde las dos primeras bovedas, la que está sobre la entrada y la que sigue: aquí se ilustra la Creación del Cosmos y sus componentes físicos. En la primera se encuentra la representación del Firmamento con los signos zodiacales. Todavía se ven algunos signos como leo, cáncer y piscis.
En la siguiente, seguramente la más célebre de todo el ciclo pictórico, está representada una rara Creación filosófico-científica del hombre. Lo que la hace única en su género es su extrañeza al texto sagrado y, por el contrario, su derivación directa del Timeo de Platón. En este antiguo texto, el filósofo griego explica cómo todo lo que nos rodea nace de la unión de cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra, que no se mezclan entre sí de manera casual, sino según reglas específicas de calidad y cantidad, como se puede ver en el pilar con el diagrama (foto). Las esferas de la izquierda acogen los cuatro elementos acompañados de números romanos, correspondientes a una precisa proporción matemática, mientras que las de la derecha presentan las características de cada elemento.
En lo alto de la bóveda, el hombre está en el centro de un doble sistema circular: el más interno representa el ciclo de la vida humana mientras el más externo el de la naturaleza. Ambos se dividen en cuatro partes y a cada uno corresponde una edad de la vida del hombre (infancia, adolescencia, madurez y vejez), un temperamento humano (sanguíneo, colérico, melancólico y flemático), una estación del año (primavera, verano, otoño e invierno) y los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua). A cada elemento corresponde una estación del año, una estación de la vida del hombre y un temperamento.
Un poco más abajo, en la pared, dos doctores de la antigüedad, Galeno e Hipócrates, hablan de esta teoría.